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Cuando mamá y papá
no están de acuerdo en la crianza.
Vivian: Hace
tiempo que recibo consultas de lectoras que quieren criar a sus hijos con
apego, pero se encuentran con la falta de comprensión de sus parejas, que
se inclinan hacia un tipo de crianza más tradicional. El problema es tan común
que desde hace tiempo he querido abordarlo, pero no se me ocurría cómo. Por eso
decidí entrevistar al psicólogo Ramón Soler.
Ramón es
especialista en psicología infantil y perinatal y también en autismo e
hipnosis clínica, además de experto en Terapia Regresiva Reconstructiva. Junto
con su compañera la escritora Elena Mayorga, escribe y dirige la conocida
revista Mente Libre. Nadie mejor que Ramón
para analizar la raíz de este problema y sus posibles soluciones.
V: ¿Qué
cambios supone para una pareja la llegada de un bebé?
Ramón: Tener
un hijo es una experiencia única y enriquecedora en todos los sentidos, pero lo
que pocas veces se nos dice es que supone un cambio radical en nuestras vidas y
que requiere un profundo trabajo de desprendimiento de nuestro ego. Aunque la
llegada de un bebé influye de manera muy diferente en cada pareja, considero
necesario explicar brevemente el proceso que he presenciado muchas veces cuando
esto ha supuesto un conflicto de pareja.
En
la mujer, esa liberación del ego tiene lugar en el enamoramiento que vive tras
un parto natural, sin intervenciones, gracias a la inundación de hormonas del
amor (como diría Michel Odent). Posteriormente, la lactancia materna ayuda a
consolidar la conexión con el bebé y fortalece ese amor que va más allá de lo
racional. También es cierto que un parto complicado se puede compensar con
lactancia, colecho, apego, etc. Los hombres no vivimos la experiencia del parto
y no tenemos ese enamoramiento animal que vive la mujer, pero esto no significa
que no queramos a nuestros hijos. Nosotros podemos enamorarnos del bebé
compartiendo los momentos especiales de esos primeros días, llevándolo en
brazos cuando la madre lo
precise, colechando, prodigando mimos y abrazos, etc. pero este proceso requiere una presencia y atención que no todos los padres están dispuestos a prestar. A la madre le resulta más fluido que al padre ese proceso de desprendimiento del propio ego para poder atender plenamente a las necesidades del bebé . Por eso, cuando hay diferencias de criterio en la educación de los hijos, suele ser la madre la que siente necesaria una crianza respetuosa y apegada, mientras que es el padre quien quiere imponer las reglas y los castigos.
precise, colechando, prodigando mimos y abrazos, etc. pero este proceso requiere una presencia y atención que no todos los padres están dispuestos a prestar. A la madre le resulta más fluido que al padre ese proceso de desprendimiento del propio ego para poder atender plenamente a las necesidades del bebé . Por eso, cuando hay diferencias de criterio en la educación de los hijos, suele ser la madre la que siente necesaria una crianza respetuosa y apegada, mientras que es el padre quien quiere imponer las reglas y los castigos.
Suele
ser habitual que, si no se ha hecho una limpieza emocional, que madres y padres
sigamos muy afectados por nuestra parte de niño/a que no obtuvo el cariño
y la atención que necesitaba en la infancia. Mientras la pareja está sola, no
suele haber problemas porque nuestro “niño interior” que continúa necesitando y
reclamando atención está satisfecho con la exclusiva relación con la otra
persona.
El
problema puede aparecer en los padres cuando el bebé reclama toda la atención
de la madre y ellos sienten el mismo abandono emocional y el desamparo que
sintieron cuando eran pequeños. Si, siendo adultos, no han podido trabajar su
historia para ayudar a su “niño” a cubrir ese tremendo vacío que sintió en su
infancia, el padre reclamará la misma atención que tenía antes de la llegada del
bebé. Su comportamiento puede infantilizarse e, incluso, volverse agresivo.
Por
otro lado, la madre tiene al bebé que le reclama toda su atención y es entonces
cuando surge el conflicto. Ella no puede hacerse cargo, a la vez, de su bebé y,
además, de la parte infantil no trabajada de su pareja. Esta situación puede
suponer, incluso, la ruptura de la pareja.
V: Ahora
entiendo por qué recibo muchas consultas de lectoras que están a favor de una
crianza respetuosa y amorosa, pero sus parejas se inclinan hacia los métodos
conductistas, los castigos y la “disciplina”. Entonces, ¿cómo pueden ellas
manejar esta situación? Sabemos que la evidencia científica apoya la
importancia del apego, pero no todo el mundo está dispuesto a leer e
informarse…
R: En
la pareja, cuando hay diferencias de criterio, es habitual que sea la madre,
inmersa en las ambivalencias del puerperio, la que ceda a las presiones de su
pareja. Ella, acorralada por el cansancio y las presiones exteriores, dejará de
hacer caso a su intuición y, al final, terminará imponiéndose la crianza
autoritaria. La madre renuncia a su instinto y terminan las discusiones. Al
final, en apariencia, se salva el matrimonio, pero las consecuencias serán
nefastas para ellos y para sus hijos.
Lo
que pueden hacer las madres es conectar con su instinto, él les dirá lo que es
bueno para su bebé. Deben confiar en sus intuiciones y mantenerse firmes frente
a todos los comentarios en contra que recibirán. Toda la información
actualizada que encuentren sobre la importancia del contacto físico, el colecho
y la lactancia materna confirmará sus ideas. Deben buscar la manera de implicar
a sus parejas en la tarea de la crianza de sus hijos. Si ellos no han
leído los autores básicos que comentaba anteriormente, éste puede ser un buen
momento.
Un
padre interesado de verdad por el bienestar de sus hijos y por su salud
emocional debería aprovechar las situaciones que le alteran (rabietas, llantos,
etc.) para cuestionarse sobre su propia infancia. ¿Por qué le altera esa
actitud de su hijo/a? ¿qué le hace sentir? ¿cómo le trataban sus padres en
situaciones parecidas? ¿de qué le sirvieron los golpes y los castigos? Si
hace esto con total sinceridad, le resultará mucho más fácil ponerse en el
lugar de su hijo y saber lo que siente cuando le castiga o le pega.
Aunque
el padre no pueda alcanzar el nivel de profundidad y de contacto con su
inconsciente que consigue la madre en el puerperio, gracias a la lactancia
materna, sí que puede darse cuenta de muchos de sus patrones automatizados
desde la infancia para poder cambiarlos, por su bienestar emocional y el
de sus hijos.
Es
importante que el padre se implique en el cuidado y la educación de sus hijos.
Debemos dejar atrás el viejo modelo de generaciones anteriores donde el padre
llegaba a casa después de un día de trabajo, se tumbaba en su sillón e imponía
los castigos según el reporte que le pasaba la madre. Las parejas más sanas y
con hijos más equilibrados que he conocido han sido aquellas en las que el
padre y la madre seguían una misma filosofía de crianza, basada en el respeto y
la atención a las necesidades de sus hijos. Por eso considero tan importante el
trabajo de honestidad y sinceridad con uno mismo que supone mirar de
frente a nuestra propia historia para poder romper de una vez la cadena de
maltrato que se transmite de generación en generación.
V: Entonces,
¿qué ocurre cuando ambos padres tienen criterios distintos en relación con la
crianza? ¿Cuáles son las consecuencias en la pareja y en el niño?
R: Para
la pareja, esta discrepancia es, siempre, motivo de conflicto. Debemos entender
que el bebé no tiene ninguna culpa de toda la situación que estoy comentando.
La llegada de un hijo, lo que fomenta es que se pongan encima de la mesa
cuestiones que la pareja no se había planteado anteriormente. De cómo lo
afronte cada uno de los miembros dependerá que la pareja se refuerce y tenga
una relación mucho más auténtica que antes o que no pueda superar sus problemas
y termine por separarse.
Sobre
las consecuencias para el niño, aunque cada familia es diferente, sí que puedo
aventurar unas líneas generales de lo desestabilizador que resulta para los
niños vivir con unos padres que tienen distintos modelos de crianza.
Por
mucho que los padres lo intenten disimular, los niños perciben esas
discrepancias entre ellos. Además, si estas diferencias son motivo de
discusión, el niño se sentirá culpable e intentará adaptarse a las situaciones
para contentarlos y que no se peleen.
Al
final, el más perjudicado por toda esta situación es el niño, que no tiene ni
voz ni voto y que termina sufriendo las consecuencias de los desacuerdos entre
sus padres.
V: A
menudo he oído decir que las parejas deberían ponerse de acuerdo sobre la
crianza de los hijos antes de ser padres, pero en mi caso, no fue hasta que
tuve a mi bebé que me di cuenta del tipo de madre que quería ser. Yo pensaba
que lo más natural era que los bebés fueran a la guardería, que seguiría
trabajando con el mismo ritmo y que mi vida no cambiaría demasiado. Entonces,
¿cómo podemos prepararnos para afrontar la crianza en pareja y las posibles
diferencias que puedan surgir?
R: Efectivamente,
antes de tener un hijo, la pareja debería plantearse unas cuestiones que
considero muy importantes. Es desalentador ver cómo mucha gente le dedica más
tiempo a investigar e informarse a la hora de ir a comprar un coche que
prepararse para los cambios que causa la llegada de un bebé. Parece que,
simplemente, hay que dejarse llevar y hacerle caso a los consejos que te den
familiares y médicos. Y, sin embargo, afrontar la maternidad/paternidad sin
haber hecho una profunda preparación previa es lo peor que podemos hacer por
nuestros hijos.
Una
cuestión que será determinante en el grado de conflicto que pueda aparecer
posteriormente es la cohesión previa de la pareja y su estabilidad como tal. No
será lo mismo una pareja que se ha conocido varios meses atrás y en los que se
produce un embarazo por un fallo de las precauciones, que una pareja con diez
años de sólida convivencia que decide conscientemente tener un hijo.
Otro
aspecto determinante, muy relacionado con el anterior, es la motivación que
tenga la pareja para tener un hijo. Una pareja estará más preparada para criar
a su hijo con respeto y cariño si éste ha sido fruto de un deseo interno y
propio de cada uno de los padres. Por otro lado, si las motivaciones han sido
más superficiales, el interés por la crianza del niño estará en un segundo
plano. Conozco a muchas parejas que tienen hijos por la presión social de que
todos sus amigos ya los tienen o, como llegué a escuchar una vez, para
compensar a sus padres por haberles pagado la boda.
Entonces,
y volviendo a la pregunta, una correcta preparación para la crianza requiere un
trabajo previo de maduración como pareja. Es básico el conocimiento mutuo, una
comunicación abierta y sincera, y una estabilidad emocional antes de tener un
hijo. Unido a esto, cuando la pareja se sienta preparada para tener un bebé, yo
diría que es casi obligatorio, para ambos miembros de la pareja, leer a unos
autores básicos sobre el tema de la crianza como Carlos González, Rosa Jové o Laura Gutman. Si a pesar de esto,
algunos padres siguen convencidos del tipo de crianza restrictiva y
autoritaria, les aconsejaría (aunque debería ser obligatorio) leer los libros
de Alice Miller, empezando por ejemplo por “El
drama del niño dotado” y continuando con “Por tu propio bien”; en ellos, Miller explica
claramente el dramático efecto de una crianza basada en los castigos y en la
disciplina dura.
En
muchos casos, en este proceso de preparación consciente para tener un hijo,
surgirán muchas dudas sobre la propia crianza que recibimos de nuestros padres
e, incluso, sería muy recomendable embarcarse en un proceso terapéutico que
ayude a entender y sanar los daños emocionales que todos hemos recibido
(en mayor o menor grado) en nuestra infancia.
Como
resumen, teniendo en cuenta todo lo anterior, se puede decir que la crianza de
los hijos empieza mucho antes del embarazo.
V: ¿Podemos
utilizar esta diferencia de criterios como una oportunidad para que la pareja
se re-encuentre y crezca?
R: El
nacimiento del bebé, más que un distanciamiento, debe suponer una oportunidad
de apertura y de acercamiento para la pareja. Es la ocasión de poner encima de
la mesa los conflictos y las situaciones que no se habían trabajado antes. En
muchas ocasiones, las parejas van sobrellevando la convivencia, pero no
profundizan en las cuestiones incómodas que se les presentan. La llegada
del bebé está llena de situaciones límite (noches en vela, cansancio, etc.) que
pondrán a prueba la cohesión de la pareja; de cómo afronten estas situaciones
dependerá que se separen o que la relación se vea más reforzada.
Si
la pareja, tanto él como ella, sigue el proceso que he ido comentando
anteriormente, podrán salir reforzados y disfrutarán plenamente de la
experiencia de la maternidad/paternidad. Es un camino que ha de hacer
cada uno consigo mismo, pero con el apoyo del otro. Para adentrarse en esta
travesía es necesaria una actitud de apertura y disponibilidad para
cuestionarse a uno mismo y poder cambiar aquellas reacciones nuestras que no
nos gustan.
Soy
consciente de que este trabajo no es fácil y de que muchas veces resulta más
cómodo dejarse llevar, sin cuestionarse nada de la educación que recibimos en
nuestra infancia, pero creo que es una obligación moral de cada padre/madre
para con sus hijos. De esta manera podremos romper con la cadena de maltratos,
abusos y castigos que arrastramos desde tiempos inmemoriales. Los beneficiados
seremos nosotros, nuestra pareja y, evidentemente, nuestros hijos.