Mirar respetuosamente a nuestros hijos

Los padres estamos aquí para acompañar a una nueva alma en la experiencia de existir como ser humano - Naomi Aldort


Ayer presencié en el parque una escena entre una abuela y su pequeño nieto que me ha sorprendido, me ha entristecido, me ha hecho pensar en los patrones por los que he sido educada y me ha recordado a la anterior versión de mi misma.

La situación era ésta: un niño de unos dos años estaba tratando de calmar una incómoda molestia en su boca, quizá producida por la incipiente aparición de algún diente y para aliviarlo se chupaba el dedo una y otra vez. Su abuela le instaba a que no lo hiciera y se desencadenó una pequeña lucha en la que la irritación de ambos iba creciendo por momentos. El niño que sí y ella que no.

Para quitarle de su empeño, la abuela intentaba disuadirle, apartándole de atender su necesidad real. Le hacía estar pendiente del exterior en lugar de permitirle escuchar su cuerpo, y tampoco le ofrecía una solución a su molestia, como darle un alimento frío o un mordedor para calmarle el dolor.
Primero estaba negándole su sensación de malestar y segundo, distrayéndole de su necesidad de actuar para aliviarlo.

Lo normal es que si de pequeños sentimos dolor o angustia por algo, esperamos que venga alguien y nos calme, no que nos distraiga de ello ¿verdad? En este caso parecía ocurrir lo contrario.

Para mi, la clave aquí está en saber mirar al niño y ver lo que necesita. 


En mi opinión, la abuela mostró falta de empatía, factor importantísimo para educar con respeto, y una falta de mirada ante las necesidades reales del niño. Con esto me doy cuenta de lo condicionados que estamos desde pequeños para atender en primer lugar lo que sucede fuera de nosotros, en vez de ayudarnos a poner el foco de atención en nuestro interior, en nuestro cuerpo o en nuestra emoción. 

Tanto mejor sería que empatizara con él, le hablara para calmarle y le acompañara en su molestia, en lugar de manipular su sentir con comportamientos estándares, represivos e inútiles para su futuro. Con ello solo consigue que su angustia aumente, alejándole de tener conciencia de sus emociones y de aprender a confiar en sí mismo.

Sabemos que reprimir, negar o rechazar las emociones de los niños tiene sus consecuencias: serán adultos incapaces de conectarse consigo mismos y con lo que necesitan en cada momento, invalidándoles, por tanto, su capacidad emocional. 

Ahí tenemos el germen de lo que luego sucede cuando se convierten en adultos y es seguir con obediencia ciega las indicaciones de otros que creen saber mejor que ellos lo que les ocurre :( De esta manera, se cierran posibles alternativas de solución respetuosa del problema, como la posibilidad de permitir que resuelva por sí mismo el problema, favoreciendo así su independencia.  

Vivir de forma auténtica es dejarse llevar por las emociones, vivir las emociones, por lo que, si desde pequeños les ayudamos validándoles con nuestra presencia y acompañamiento, podrán sentirse, percibirán confianza y bienestar, y su autoestima aumentará.

Recordemos que una de las tareas más importantes que tenemos como padres/educadores es la de acompañar, comprender, apoyar, contener y enseñar a nuestros niñ@s.

El cuerpo es sabio, funciona a modo de brújula mostrándonos nuestras necesidades. Por eso desde niños debemos potenciarles esa conexión interior, para que aprendan a percibir sus emociones, las conozcan, las comprendan y las gestionen adecuadamente. Pero sólo lo conseguiremos si ponemos en el niño nuestra mirada de amor, atención y disponibilidad. De este modo, haremos niños satisfechos y se convertirán en adultos con capacidad de dar, serán altruistas y generosos. 

Estos patrones tan marcados provienen de la educación tradicional que la gran mayoría de nosotr@s hemos recibido. Entonces, ya sabiendo los perjuicios que puede ocasionar en tus hij@s, plantéate si quieres hacer algo por cambiarte tú y tu manera de educar, aprender otras formas más coherentes y respetuosas, o prefieres poner el piloto automático y criar a tus hij@s según los estándares marcados por esta sociedad. Está en tu mano. 

Espero que este sencillo ejemplo sirva para tomar conciencia de la gran responsabilidad que tenemos, y os invito a mirar a vuestr@s hij@s con interés sabiendo la gran responsabilidad que tenemos, tanto padres, como familiares y educadores, de criar niñ@s emocionalmente sanos para construir un mundo mejor y más feliz.

¿te has visto en una situación así? ¿cómo la has resuelto?



Imagen 1 y 2: fuente, Google
Imagen 3: Lourdes Albaladexo