Siempre hay un momento en la vida de toda mujer valiosa en el que se compromete consigo misma a mejorarse, a recuperar su esencia, a sacar la fuerza y el coraje necesarios para tomar las riendas de su propia vida y asumir las consecuencias de sus decisiones. Se responsabiliza de su vida para actuar desde la libertad, lejos de los condicionamientos sociales, de los atadores y esclavos "deberías".
Y para ello se plantea un cambio desde lo más profundo de su ser. Y lo consigue.
Yo califico a esta mujer de audaz*
A día de hoy me siento como una de estas mujeres que decide dar un salto al vacío, un sí a la vida, un hola al mundo; que resignifica su experiencia, que otorga un sentido diferente al presente a partir de una nueva comprensión del pasado.
Y una vez tomada conciencia de quién es, hacia dónde dirige su vida y cómo quiere vivirla, es decir, reconectada con el rol de mujer, llega el momento de conexión con el rol de la maternidad, con la madre en la que se ha convertido, y con su hijo.
El objetivo es claro: empoderarte tú para empoderar tu maternidad.
La maternidad te transforma en mejor persona
Porque una madre emocionalmente sana puede acercarse a su hijo desde la consciencia, desde la comprensión de sus emociones, desde el acompañamiento de sus sentimientos.
Se hace consciente de que ese bienestar que emana de ella impacta directa y positivamente en su hijo y pone los medios adecuados para criarlo desde la felicidad, el amor, el respeto, la libertad... educa desde su esencia. Desde el poder que le otorga la maternidad, esa mujer y madre, en su más profundo deseo de mejorarse y dar lo mejor de sí, se reeduca, aprende y siente ganas de transformar el mundo. Y a medida que el niño va integrando la nueva manera de ser y hacer de la madre, va sacando lo mejor de sí mismo.
Es muy gratificante tener hijos pero honestamente pienso que a priori ninguno estamos preparados para albergar tal responsabilidad; un hijo es mucho compromiso y hay que poner mucho empeño para educarle de la mejor manera (la que tú te plantees, la que tú elijas) involucrándote en su aprendizaje, escuchándole activamente, dándote por completo a su atención. Y esto exige de ti.
Es el hecho de que tú te comprometas contigo misma y quieras ser esa mejor persona que se ofrezca generosamente a darse a su hijo. Para ello, cuestiónate qué tipo de crianza quieres darle, qué tipo de madre eres, qué tipo de familia formáis, qué puedes hacer para cambiar lo que no te gusta de vuestra convivencia, busca los recursos necesarios para conseguir educarle como quieres, muévete hacia lo que de verdad deseas para él y para ti.
Tu propio hijo puede ayudarte a conseguirlo. Los hijos son un espejo frente a nuestra propia infancia, por tanto nos están enseñando de nosotros constantemente; ahí ya tienes un hilo del que tirar, toda tu infancia por revisar, ver qué te ha dañado cuando eras pequeña, qué te obstruye ahora, y desde ahí tratar de comprenderle, mirarle empáticamente y acompañarle en su desarrollo.
Solo así se puede construir un hogar donde reine la armonía.
Si tú también sientes el impulso de mejorarte y cambiar tus circunstancias, ten la audacia de lanzarte a ello, de crear una maternidad a tu medida, una maternidad vivida desde tu esencia, para dar a los tuyos lo mejor de ti.
* audaz: definición de la RAE: [persona] Que es capaz de emprender acciones poco comunes sin temer las dificultades o el riesgo que implican.
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